Miedo. Hay veces que
lo sientes y no sabes cómo esquivarlo. Sientes que te golpea fuerte y que te
mantiene encerrado en un pequeño baúl de cristal. Sin aire. Sin espacio. Estás
solo. Bueno no, él está contigo. Aunque pensándolo bien, preferirías que
estuviera lejos. Quieres que se vaya. Que huya. Pero no. Eres tú el que tiene que
huir. Te sientes cada vez menos. Y menos. Y menos. Hasta que sientes que ya no
eres nada. Mejor dicho, ya no eres nadie. El miedo se apodera de ti. De lo que
eres. De lo que sueñas. De lo que buscas. Ya no eres tú. Ahora eres sólo miedo.
Y eso no puede ser bueno. El miedo es como una manta que nos deja los pies
descubiertos. Y creemos que antes o después, se cansará. Y se irá de nosotros.
Pero el miedo no se cansa. El miedo no camina. Ni corre. El miedo siente. Como
tú. Y como yo. Lo realmente malo del miedo no es que se aferre a nosotros. Es
que a veces consigue que nosotros nos aferremos a él…
Acabo de descubrir tu blog, y me gusta!!!!
ResponderEliminartodo lo que escribes es genial.
Te sigo
Yo tampoco conocía tu blog y me gustó! Te sigo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, te espero!
Un beso ♥