Pero que no, no había
manera de hacerte entender que a veces es necesario dejarse llevar. ¿Qué bien
suena, no? Nunca quisiste creer ni querer. Yo no te pedía un “para siempre”, lo
que yo quería era ofrecerte momentos de felicidad. Cogerte de la mano y salir
corriendo a buscarte cada mañana al ver que te has ido de mi cama, y pedir que
te quedes cinco minutos más. Aunque sea en silencio. Aunque sea de lejos. Pero
no tan lejos como para no poderte ver. A cierta distancia. Así. Que me des la
oportunidad de mirarte un poco más antes de preparar el desayuno y llevártelo a
la cama. Sólo pedía que te dejaras querer. Pero al parecer, para ti, pedía
demasiado.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarbuena entrada, me identifique ojala me dejase llevar mas,
ResponderEliminarBesos y gracias por comentarme en mi blog, significa mucho para mi cada comentario. :)